
Oh Dios, crean en mí un corazón puro.
22 de Marzo, 2015.
Por Sr. Cura Emiliano Valadez Fernández

Durante toda la Cuaresma la palabra del Señor nos ha iluminado, nos ha fortalecido y nos ha cuestionado sobre la manera de vivir nuestro bautismo. El día que fuimos bautizados el Señor hizo un pacto sagrado con nosotros. Esta Alianza no es antigua, como la realizada en el Monte Sinaí con su pueblo liberado de la esclavitud de Egipto, sino que es una Alianza Nueva.
El texto de Jeremías es un oráculo bellísimo porque en él se nos anuncia la promesa de la Nueva Alianza. Ciertamente cada vez que los cristianos nos reunimos para celebrar la Eucaristía, somos conscientes de que en la Eucaristía se realiza la Nueva Alianza; pero para comprender mejor lo que hace y dice Jesús en la Última Cena, nos ayuda mucho el mensaje del profeta Jeremías. El amor sin límites de Dios para con su pueblo lo lleva a hacer esta promesa cuando la infidelidad del pueblo es muy grande. La primera alianza hecha en el Sinaí había sido rota a causa del mal comportamiento del pueblo en diferentes situaciones y épocas. La alianza del Sinaí ya no puede mantenerse en pie, por eso es necesaria una Nueva Alianza. Notemos que el oráculo profético pide, no que se repita lo del Sinaí, sino algo nuevo, por eso dice: “No como la alianza que establecí con sus antepasados el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto”. La antigua alianza ha sido violada, ya no tiene razón de ser; se requiere una nueva, fuertemente centrada en la interioridad.
¿Cuáles son las características de la Nueva Alianza propuesta por el Señor de labios de Jeremías? Las características son profundas y estupendas: fe firme en Dios, deseo ardiente de Dios, comunión íntima y profunda con Dios y generosidad y misericordia de Dios sin límite. No se trata de una alianza externa como la del Sinaí, sino de una alianza íntima, en el corazón: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. La novedad de esta alianza no le viene de la nueva actitud del pueblo, sino que tiene su fundamento en el perdón y en la misericordia de Dios. Lo primero que pide esta Nueva Alianza es la transformación del corazón; es decir, permitir que Dios actúe en el interior de las personas, ya que Dios escribirá su ley en el corazón. De nada han servido las leyes y de nada servirán si no hay cambio en el corazón. Es necesario, entonces, que Dios cambie el corazón; sólo él puede realizar este cambio.
En la vida y obra de Jesús comprendemos toda la riqueza de las palabras del profeta Jeremías; el Espíritu Santo, que habita en nuestros corazones y acompaña a la Iglesia en su peregrinaar, es el gran regalo del Resucitado.